jueves, 24 de mayo de 2007

Propaganda electoral

Los partidos políticos cada vez me dan menor credibilidad, y sus programas electorales y sus ideas propagandísticas me parecen bastante lamentables.
No me gusta hablar mucho de política porque al final se acaba discutiendo y suele suponer un encasillamiento ideológico, pero es que esta semana han llegado a mi casa las cartas del PSOE y de IU. La del PSOE ni la abrí, no sólo por el parecido físico de sus candidatos con dos aves de rapiña, que no da mucha confianza, si no por el hecho de que mandaron una carta a cada uno de los habitantes de la misma casa. ¿No pueden pensar un poco (que tontería acabo de decir...) y mandar una por casa para que la lean todos?. Ah, se me olvidaba, que entonces no se podrían gastar tantos miles de euros en papel, tinta y envíos postales, con lo que sus amigos no harían el agosto.
Al menos los de IU lo mandan en un papel reciclado, aunque lo de dentro sigue siendo igual, pero es un avance.
Además intentan convencerte con frases muy bonitas, que lo solucionan todo, pero sin darte ni una sola explicación de como piensan hacerlo, ni un dato económico, un plan, unas prioridades. Nada, te dicen: más seguridad, más empleo, más de todo... ¿y cómo lo vais a hacer?, listossssss. Quiero un Madrid para todos y mejor, suelen ser los eslóganes típicos. Muy bien, yo también lo quiero, ya somos dos, ¿alguna idea de cómo conseguirlo?. Es que los otros lo hacen/harían peor, ah claro, buenos y contundentes argumentos. Una pena.
Así que ahora estoy esperando que me llegue la propaganda del Faraón Topo y de la Espe culadora antes del domingo, a ver si estos lo mandan en papel couché, que sería lo suyo.
Para terminar tengo una cita cogida de la firma de un usuario (rotovator) de un foro sobre la burbuja inmobiliaria (muy recomendable por cierto, www.burbuja.info):

Los políticos son el único colectivo que me hace dudar acerca de mis creencias contrarias a la pena de muerte, vistos los buenos resultados de la revolución francesa. Con pasar a cuchillo al 10% más corrupto, el resto se comportaría como debe por mucho tiempo.

lunes, 21 de mayo de 2007

Comentario

Este es un comentario que le he dejado a Heike. Habla sobre las dosis de realidad que evitamos, o que algunos intentan evitar.

Hoy es de esos días de primavera que parece otoño.
Venir a trabajar muy resfriado y con este tiempo no es un trago agradable.
Saber que te quedan 10 horas mínimo hasta volver a la cama, no ayuda.
Pero te levantas y vas, porque sabes que se pasará, aunque luego vengan más días iguales.
Hay que sacar las cosas y verlas y hablarlas como son, por muy positivos o negativos que seamos (quizá yo me paso de negativo, aunque no tenga razones reales). Pero aunque un día te quejes por que lo ves todo mal, el día que lo ves bien, también hay que sacarlo, aunque sólo sea para compensar.
Lo malo es que cuando crías fama, lo negativo siempre contará más que lo positivo.
Las vidas de plástico están mucho más vacías que las reales, aunque estas no sean perfectas.

sábado, 19 de mayo de 2007

Camareros

Es posible que sólo pase en algunos restaurantes en concreto, pero cada vez se van perdiendo más las buenas costumbres. Por eso mismo, cuando en uno ves que las cosas se hacen bien te llama la atención positivamente, y ves que los demás lo están haciendo mal.

Por ejemplo en los Vips (Ginos, etc...) cada vez es más común que el camarero llegue con los platos, los deje en la mesa y los repartas tú. Cuando son dos personas da igual, no hay nada que repartir, pero cuando eres 8, la cosa cambia. Llegan, los dejan en una esquina, y ya preguntarás tú de quien es cada uno, y que vayan rulando por la mesa. Que los más probable es que el plato queme, que se caiga algo por el camino, que te roben una albóndiga en el proceso... Pues nada, lo consentimos y punto. Si no era suficientemente fácil el trabajo de llegar a la mesa con los platos, preguntar y acercarte a cada comensal, ya les ayudamos nosotros y así se reduce a: llevar los platos a la mesa y apilarlos. Puede sonar algo borde y un poco déspota, pero es que es su trabajo y casi nadie lo hace bien. Si yo a mi jefe le entrego los informes sin índice y le digo: bueno, mira las páginas y ya las vas ordenando tú, pues no creo que le siente muy bien.

Ayer estuvimos en un restaurante algo más "guay" que los mencionados anteriormente, en el que por cierto se come bastante bien y por menos precio (Wagaboo), y aunque pareciera que los encargados acababan de salir del baño después de empolvarse la nariz, uno de ellos llego con los postres y los repartió a cada uno sin tener que decirle quien los había pedido sólo falló en uno, y por poco. Contando que eramos 5, que tenía como 20 mesas, y que había cola, tiene su mérito. Aparte del fallo de no ponernos servilletas de primeras, el trato tanto de los camareros como de los encargados fue correctísimo, a pesar de estar el local a reventar, terraza incluida.

Desde aquí mi aplauso a este tipo de detalles que hacen que la propina, no solo la dejes, sino que lo haces con razón.

martes, 15 de mayo de 2007

Siempre están ahí

Un viaje en un Golf rojo, con toda una manada de caballos bajo el capó, sueltos por el puerto de Somosierra, algunas quejas por el tráfico, ganas de salir de aquí, mucho tráfico (bueno, tráfico poco, muchos coches parados más bien), ganas de llegar, 5 personas con 3 días por delante, cd's con música variada pero sobre todo con Iván Ferreiro (Piratas también), Revólver, Cranberries... Los viajes son distintos cuando se hacen de día, aunque la carretera sea la misma de hace unos meses.

Al llegar no había un pueblo de casas bajas con redes de pescadores en la lonja, que va, había un pueblo con bloques de 5 alturas, con sus rotondas, su mercadillo, sus zonas de bares y con cierta cantidad de gente. Eso sí, con su paseo marítimo, sus distancias cortas, sus tascas de pinchos, su olor a salitre, su arena de playa... Un par de tapas, una guinness junto a un piano antiguo y a la cama, que el sábado espera. Y hace sol, entre nubes, pero se deja ver. El faro, accesible por su carretera estrecha, con sus acantilados y sus vistas a la playa... que sólo tiene arena, y dunas, y muchos metros antes de que cubra el agua, y muchos meses esperando a sentir las olas contra el cuerpo, y las rocas para hacerse fotos, y sitio de sobra para pegarle patadas a un balón, y una fortaleza de arena hecha con cubos.

Poca siesta, que uno ya tiene fama de marmota, y al bautizo. En un pórtico la familia, dantzas, comida, vino, mucha memoria histórica, música con trikitixa, primas roqueras que cantan y un cura animado que no parecía cura. Luego de vuelta a Sopelana, a un lugar que con poca luz, y en sólo unos minutos te envuelve, con la bruma, las olas contra las rocas, las escaleras que bajan a la arena... En Bilbao mucha suerte para aparcar, la Taberna de los Mundos la dejamos casi sin existencias, y eso que no teníamos hambre. De paseo por las calles llegamos a un bar con muchas chapas en la pared y muchos buenos conciertos. Copas en vaso grande y con zumo de naranja natural, que aquí eso no lo ves ni de coña. Después a ver al perro y su caseta, que de noche y con al Ría tranquila es un lugar acogedor para pasar un rato con la brisa.

Al día siguiente descanso, marmitako casero, muy rico, vino que al principio sobra y luego falta. Santander por la tarde, una timo-cena, pero buena compañía, aunque parece que ellas no opinaban igual, porque no se quedaron mucho. Se nos debe ver la cara de que no hacemos nada, y así es complicado. Pero luego el vodka sienta mejor si es con las mismas copas del día anterior, y sentados en una mesa tranquilos, paseando después por unas calles que lo han visto y se han comido todo. Al volver a casa, una parada en la playa, que de noche, sin nadie, sin luz, es aun más interesante, sólo el rumor de las olas, una conversación a la fuerza nocturna, reflexiones que no dices normalmente. Porque los lugares siempre están ahí, aunque te vayas, aunque te alejes, la playa siempre está ahí, aunque no haya nadie para poder disfrutarla.

La vuelta aún mejor que la ida, por carreteras entre valles y montañas, con mucho verde, con vacas, con horquillas a derecha y a izquierda (tuerce a ras), con pueblos cada 2 kilómetros, lejos de la despoblada y lineal autopista. Al llegar se hace duro hasta devolver el coche, porque han sido muchos kilómetros todos juntos, y muchas cosas en sólo 3 días. Y al final uno nota que no es un viaje corriente, que siempre queda algo, que te dan ganas de volver y seguir jugando a olvidarte de la rutina.

Me quejo mucho, es verdad, al volante me pongo bastante insoportable, lo reconozco, defectos de serie. Con el tiempo intento que vayan a menos. Pero los pequeños detalles hay que saber verlos, como una frase en una canción, como el olor que por un segundo te recuerda a cuando eras niño, como volver a un lugar y que parezca que no ha pasado el tiempo, como que alguien recuerde tu nombre después de verte una vez, como la paciencia para aguantar tus neuras, como una foto que sabes que recordarás siempre... porque aunque haya que esforzarse en verlos, los pequeños placeres siempre están ahí.