viernes, 23 de enero de 2009

Rosas y espinas

Como el año ha empezado con altibajos da la impresión de que va a ser la tónica. Al menos le da emoción al asunto. Comenzó con las rosas de cambiar la rutina de nochevieja por primera vez en muchos años, y la verdad, qué cambio, con la familia, fuera de casa, se disfruta mucho más, se empieza el año con más alegría. Un buen viaje, que se quedó corto, y un poco de fiesta nada más sonar la última campanada, lo demás, ya viene solo.

Como anécdotas más curiosas (que ya ha pasado tiempo y se me van olvidando), la comida de la empresa. En el restaurante, casi todas las chicas pidieron rabo de toro de segundo, así que la conversación comenzó a girar sobre ese tema:

-Pepito, eres el único chico que ha pedido rabo... ¿quieres confesarnos algo?...
...
-Buah, si es que de aquí no se puede aprovechar nada, no hay quien lo parta.
-Juanita, ¿es que no sabes comer rabo?. Te veo poca maña.
-Si, como a menudo, pero no estoy acostumbrada a que tenga hueso en medio...

Claro, luego uno acaba pensando mal y mirando lascivamente...

Y las espinas, pues que el tema del trabajo está peor de lo que pintan en la tele, hay poco, mal pagado y encima te exigen más por menos. Aunque me doy con un canto en los dientes, que tener algo aunque sea temporal no es para quejarse.

Pero el termino espinas ha salido últimamente en varias conversaciones. La típica espinita que todos tenemos clavada, de algo que no pudimos hacer, sobre todo con personas. Y ya conozco a gente que se la quitado, y que uno se queda más relajado, y ve que no hay tantos problemas como cuando te la clavas.