lunes, 12 de marzo de 2007

Sensaciones

Este fin de semana ha cundido bastante, aunque también deja secuelas físicas tales como el cansancio, el esguince del tercer metacarpiano de la mano derecha y la cara roja como cualquier guiri de Benidorm. Pero lo que más se nota son las sensaciones que dejan ese regusto dulce de quien halla una cierta paz tras un tiempo de incertidumbre.

Vas a tu antiguo trabajo y, aunque hayan pasado ya meses, sólo te acuerdas de lo bueno. Aunque las cosas por allí hayan cambiado bastante, y el ambiente no sea el idóneo. Al final es la gente la que hace que haya calor en una sala fría.

Y antes una buena cena, con buena conversación y mejor compañía, recordando viejos tiempos, planificando los venideros, diseccionando los actuales... un buen rosado ayuda y un camarero amable, y unas hamburguesas que están un poco crudas, y el häagen dazs que cierra pronto y te quedas sin postre... todo mezclado te hace dormir más plácidamente, porque los pequeños placeres son los que cuentan.

Luego te vas de viaje, y 4 horas en el coche se hacen cortas si llevas buena música, ganas de pasarlo bien, y gente con la que sabes que eso va a ocurrir, porque siempre ha sido así. Por fortuna hay cosas que no cambian. Como ir viendo pasar esos autobuses de Etrambus que llevan un avión pintado en el lateral y en la parte de atrás. O ver las caras de la gente cuando levantas y balanceas con los brazos a alguien en una gasolinera sólo porque te apetecía. O reírte de los nombres de los clubs de carretera con esos diseños a lo Futurama y con nombres tan "originales" como Venus, o Los ángeles de Charlie. Y duermes 4 en una habitación y te acuerdas de lo bien que te lo pasabas de pequeño en casa de alguien una noche que te dejaban dormir fuera.

Y al día siguiente te subes a 2500 metros a tirarte en una tabla montaña abajo. Con un día soleado sin una sola nube, por mucha gente que haya, el espacio a tu alrededor se te hace inmenso. Y te olvidas de los madrugones, los atascos, los ordenadores, los plazos de entrega... Y al final del día una cena como señores riéndote de las veces que te has ido al suelo.

Para el último día ir a subirte a la torre más alta de Granada, a ver la ciudad bañada por el sol de las 3 de la tarde por un lado, y al otro Sierra Nevada con nubes a su alrededor. Y te sientes en medio de dos mundos muy distintos, pero muy cercanos. Y ese contraste es el que te hace olvidarte de lo poco malo que te queda de lo que has dejado en Madrid.

Lo malo es que luego hay que volver, y el viaje es largo hacia un destino al que no te apetece llegar. Pero vas viendo el paisaje, porque al menos vuelves de día, y suena Revólver con su tercer básico, y Mike Oldfield, y Héroes, que vuelven este año, y Ray Charles, y Van Morrison. Y todo sigue siendo llevadero. Y no te importa tanto irte, porque en el fondo algo se te ha quedado allí...

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